Volar

Abre tus alas,

y levanta el vuelo

eres libre como el aire

no tengas miedo

Si te dicen que no puedes

nunca les creas

vuela por el cielo

sin límites o vendas

Sueña como un niño

tambien ten paciencia

y un día, sin quererlo

volarás de veras

Imagenes de morguefile.com

Una calle cualquiera

En una calle cualquiera

de piedra, cemento y cal

en un pueblo, el que tu quieras

nos volvimos a encontrar.

Tu, caballero de hiedra

yo, la dama del rosal

para fundirnos por siempre

bajo un farol de metal.

Qué secretos guardan

tus esquinas

y sinuosas curvas

desde tiempo atrás.

En una calle cualquiera…

nos conocimos

y en otra igual

nos veremos marchar

PD. esta en concreto es de un bello pueblo de Extremadura!

La niña Rosa VIII

Las aguas embravecidas formaban gigantescas olas y el viento soplaba tan fuerte que a Rosa le pitaban los oídos. Una tormenta infernal agitaba el cielo y el mar. De repente, un rayo cayó cerca de ella, formando un agujero en el agua que daba vueltas y mas vueltas en espiral. Del agujero salió una caracola gigantesca, y como si de un cangrejo ermitaño se tratara, por el oscuro hueco salió la cabeza y el torso de una mujer de largo cabello negro.

-¿Qué haces tu por aquí? – preguntó la extraña criatura a la niña.

Pensó por un momento. No sabía qué responder. Ni siquiera lograba recordar quien era ella, de donde venía, ni mucho menos como había llegado allí.

-¡Te he hecho una pregunta, niña, y debes contestar! Soy la máxima autoridad en esta Isla.

Por más que trataba de recordar algo, su mente no quería reaccionar. Estaba totalmente en blanco. Y cuanto más esfuerzo hacía más nerviosa se ponía. Entonces, cuando ya no sabía que más hacer, el eco de una voz lejana empezó a hablar desde algún lugar dentro de su corazón:

«…vive siempre con amor, mi niña, porque quien vive en amor, vive en Dios, y Dios en él.»

pier-801812_1920

Era su mama. Quien más la amaba en el mundo. Recordó los cuentos antes de dormir, las canciones que cantaban juntas, y su beso de buenas noches.

«la vida sin servir a los demás no tiene sentido, Rosa. Si no vives para servir no sirves para vivir…»

Vinieron ahora su mente esas sabias palabras de su abuelita, y los recuerdos fueron apareciendo como quien abre una caja con una llave especial… Rosa recordó a su querida nana Lancina, que había enfermado de mal de amor, y por querer ayudarla se había quedado encerrada en la vieja biblioteca , donde leyó ese libro de Homeopatía escrito por un duende burlón que la había llevado a su mundo y ahora estaba atrapada dentro del libro. ¿Y como se podía salir de un libro? Ese duende la había engañado, igual que las sirenas. Todos se habían burlado de ella. Al principio parecían querer ayudarla pero después habían mostrado sus verdaderas intenciones. Y la siniestra mujer metida en una concha que tenía delante no iba a ser la excepción.

Por suerte, volvía a recordar todos los detalles de su vida que se habían borrado de un plumazo nada más llegar allí.

-¿Te ha comido la lengua el gato? -la mujer ermitaño seguía esperando una respuesta, mirando a Rosa con unos ojos completamente negros.

En realidad estaba muy asustada. Pero su papa le había enseñado la importancia de afrontar cada situación como viene, sin posponerlo ni mirar hacia otro lado. Así que miró a aquélla criatura deforme a los ojos y armándose de valor, le dijo:

-¿Me ayudarás a salir de aquí si te lo digo?

sea-snail-345678_1920

continuará…

 

La niña Rosa VII

Cuando por fin pudo salir de nuevo a la superficie, se dio cuenta de que estaba otra vez en la isla de arena de colores. A su alrededor, un grupo de sirenas miraban a la niña con curiosidad y murmuraban entre ellas.

-¡Cuidado chica, casi te ahogas! Si no te saco yo … ¡ibas a ser pasto de avechuchas! -la sirena de pelo azul reía a carcajadas, señalando un punto entre el cielo y ese agua pastosa ,como de chicle.

-¿Qué es eso?

-No quieras saberlo -dijo otra sirena, con la cola verde y grandes caracolas en la cabeza. Todas rieron con gran estruendo sin dejar de mirar a la niña. Sus risas eran como el murmullo del mar mezclado con los truenos de la peor tormenta.

-¿Como puedo salir de aquí? -preguntó Rosa, entre aquél estruendo sobrenatural.

Las risas de las sirenas se intensificaron. Era como estar en medio del océano.

-¡No hay modo de salir de aquí! ¿Para que viniste, pequeña? -las sirenas parecían alegrarse de la desdicha de Rosa. Más fuerte reían cuanto peor ella estaba.

Todo le daba vueltas, las caras de aquéllas criaturas siniestras se deformaban bajo las lágrimas que empezaban a asomar por sus ojos, mientras trataba de pensar en los suyos, su familia, sus amigos, su hogar… Sabía que estaban en algún lugar de su cabeza, los recuerdos de los seres que uno ama. Tenían que estar ahí, donde siempre. Pero no podía recordar nada, y eso era lo que más le dolía a la Rosa. Había olvidado quien era y empezaba a dudar siquiera si existía algún hogar al que regresar.

morning-2438775_1920

…continuará… 

La niña Rosa V

Rosa miraba a los lados sin entender donde estaba. Era una especie de bosque. De repente, había olvidado qué hacía allí. No recordaba que se había quedado encerrada en la biblioteca abandonada leyendo un libro. Ni que Lancina, su querida nana estaba enferma y que solo ella podía ayudar, porque los médicos no encontraban cura para su mal… Ni mucho menos que el duendecillo verde que la miraba ahora con una sonrisa burlona en realidad la había llevado dentro del libro que estaba leyendo.

-¡Sígueme, será divertido! – dijo alegremente, mientras brincaba de una piedra a otra en dirección a lo que parecía ser un río.

No sabía quien era, pero su voz le resultaba familiar, como si se conocieran desde hace tiempo. Así que caminó detrás de él, y lo alcanzó justo a tiempo para subir a un pequeño bote de madera que llegó a la orilla en ese preciso momento.

-Voy a enseñarte mi mundo -exclamó mientras remaba, en ese extraño río que parecía de espuma. -se ve como el tuyo pero, si prestas atención, notarás la diferencia.

La niña Rosa no tenía ganas de hablar. Estaba confundida y terriblemente cansada. No entendía lo que estaba pasando, pero no podía pensar, todo era tan extraño. Sentada como estaba, metió la cabeza entre sus brazos y se quedó dormida. Cuando despertó, la barca se había detenido en lo que parecía ser una isla de arena de colores.

-¿Qué haces aquí? -preguntó alguien desde las aguas.

Rosa se asomó para ver quien hablaba y descubrió una magnífica sirena, con un largo cabello azul, igual que su cola. Y grandes ojos negros que miraban a la niña entre la curiosidad y el desdén.

-Vine con un gnomo… -fue todo lo que pudo balbucear.

-Pues no deberías fiarte de los gnomos. Son mentirosos por naturaleza como todos por aquí.

winter-598632_1920

La niña Rosa IV

 

A medida que iba leyendo su sorpresa iba en aumento. Leyó sobre las plantas, la historia de la medicina, la ciencia. Incluso sobre los orígenes del mundo. Aprendió tantas cosas, que empezó a sentir miedo. Pero el miedo de los niños no es como el de los adultos, por eso no estaba realmente asustada sino más bien emocionada… ¡¡Un duende se comunicaba directamente con ella a través de un libro!!

Sin duda nunca había estado tan absorta en la lectura como en aquélla ocasión, y eso que desde pequeñita le apasionaba leer. Su primer libro de adultos fue Sidharta de Hermann Hesse y lo leyó en dos tardes cuando apenas tenía siete años. Después El Mundo de Sofía antes de cumplir los diez. Y así una larga lista de títulos, hasta llegar a ese de pastas verdes titulado «Tratado de Homeopatía» que tenía en sus manos.

-¡Vamos a dar un paseo!

Y el duende verde literalmente salió del libro, tomó a la niña de la mano, y tiró de ella hasta que los dos se metieron dentro. Fue una sensación extraña. Entrar en algo tan pequeño. Pero entraron, y ahora estaban ante un paisaje como de ensueño, uno de esos sueños en los que todo parece normal pero de pronto te das cuenta de que el cielo es de color morado. Así se sentía Rosa. Sabía que fallaba algo aunque no atinaba a saber por qué.

window-1404515_1920

La niña Rosa II

17574265042_2b5852872c_c

Por fin logró entrar. Una vez que la puerta se abrió para que pasara con mucha prisa el señor de negro, que debió dejar algo olvidado en el interior, sin darse cuenta de que no cerró bien. Rosa sencillamente se deslizó por el estrecho pasillo en penumbras, y enseguida dio con en el salón circular que recordaba rodeado de estantes llenos de libros, aunque ahora se encontraban vacíos. Por un momento no supo muy bien que hacer, pero enseguida retomo el paso al ver que al fondo, sobre una mesa de madera de ébano, habían quedado amontonados algunos libros….¿Estaría ahí el de su sueño?…

Sigue leyendo